Crítica
de la Filosofía
del Derecho de Hegel
Karl Marx
INTRODUCCIÓN
[1. LA CRÍTICA DE LA RELIGIÓN SE HALLA
SUPERADA]
En Alemania la crítica de la religión se halla fundamentalmente
terminada. Ahora bien, la crítica de la religión es el presupuesto de toda
crítica.
La existencia profana del error se halla comprometida, desde que ha
quedado refutada su celestial oratio pro aris et focis [discurso a favor de los
altares y los hogares; es decir, en este caso, de los símbolos del Estado y de
la sociedad burguesa]. Tras buscar un superhombre en la realidad fantástica del
cielo, el hombre se ha encontrado sólo con el reflejo de sí mismo y le ha
perdido el gusto a no encontrar más que esta apariencia de sí, el antihombre,
cuando lo que busca y tiene que buscar es su verdadera realidad.
El fundamento de la crítica irreligiosa es: el hombre hace la religión,
la religión no hace al hombre. Y ciertamente la religión es conciencia de sí y
de la propia dignidad, como las puede tener el hombre que todavía no se ha
ganado a sí mismo o bien ya se ha vuelto a perder. Pero el hombre no es un ser
abstracto, agazapado fuera del mundo. El hombre es su propio mundo, Estado,
sociedad; Estado y sociedad, que producen la religión, [como] conciencia
tergiversada del mundo, porque ellos son un mundo al revés. La religión es la
teoría universal de este mundo, su compendio enciclopédico, su lógica
popularizada, su pundonor espiritualista, su entusiasmo, su sanción moral, su
complemento de solemnidad, la razón general que la consuela y justifica. Es la
realización fantástica del ser humano, puesto que el ser humano carece de
verdadera realidad. Por tanto, la lucha contra la religión es indirectamente
una lucha contra ese mundo al que le da su aroma espiritual.
La miseria religiosa es a un tiempo expresión de la miseria real y
protesta contra la mise-ria real. La religión es la queja de la criatura en
pena, el sentimiento de un mundo sin corazón y el espíritu de un estado de
cosas embrutecido. Es el opio del pueblo.
La superación de la religión como felicidad ilusoria del pueblo es la
exigencia de que éste sea realmente feliz. La exigencia de que el pueblo se
deje de ilusiones es la exigencia de que abandone un estado de cosas que las
necesita. La crítica de la religión es ya, por tanto, implícitamente la crítica
del valle de lágrimas, santificado por la religión.
La crítica le ha quitado a la cadena sus imaginarias flores, no para que
el hombre la lleve sin fantasía ni consuelo, sino para que arroje la cadena y
tome la verdadera flor. La crítica de la religión desengaña al hombre, para que
piense, actúe, dé forma a su realidad como un hombre desengañado, que entra en
razón; para que gire en torno de sí mismo y por tanto en torno a su sol real.
La religión no es más que el sol ilusorio, pues se mueve alrededor del hombre
hasta que éste se empiece a mover alrededor de sí mismo.
Es decir que, tras la superación del más allá de la verdad, la tarea de
la historia es establecer la verdad del más acá. Es a una filosofía al servicio
de la historia a quien corresponde en primera línea la tarea de desenmascarar
la enajenación de sí mismo en sus formas profanas, después que ha sido
desenmascarada la figura santificada de la enajenación del hombre por sí mismo.
La crítica del cielo se transforma así en crítica de la tierra, la crítica de
la religión en crítica del Derecho, la crítica de la teología en crítica de la
política.
[2. TEMA
DEL TRABAJO: LA
FILOSOFÍA DEL ESTADO Y DEL DERECHO EN LA SITUACIÓN ALEMANA]
El estudio que sigue como aportación a este trabajo no se refiere
directamente al original sino a una copia, a la filosofía del Estado y del
Derecho alemanes. La única razón para ello es que tratan de Alemania.
[3. LAS
INTERPRETACIONES DE LA
SITUACIÓN ALEMANA]
De comenzar por el statu quo vigente en Alemania, el resultado no
pasaría de un anacronismo, incluso si la tarea se abordase de la única manera
apropiada, es decir, negativamente. La misma negación de nuestro presente
político ya no es más que un hecho cubierto de polvo en el trastero histórico de
los pueblos modernos. Quien niega la peluca empolvada, conserva la peluca sin
polvos. Quien niega la situación alemana de 1843 apenas se encuentra según una
cronología francesa en el año 1789, cuánto menos en el centro de la actualidad.
Sí, la historia de Alemania puede estar orgullosa de una trayectoria,
que ningún otro pueblo en el firmamento de la historia le ha enseñado ni le
imitará. Efectivamente, hemos compartido las restauraciones de los pueblos
modernos sin compartir sus revoluciones. Hemos sido restaurados primero, porque
otros pueblos se atrevieron a una revolución; y segundo, porque otros pueblos
sufrieron una contrarrevolución. Una vez porque nuestros señores tenían miedo,
y la otra porque no lo tenían. Nosotros, con los pastores [de nuestro rebaño] a
la cabeza, sólo nos hemos encontrado en una ocasión con la libertad: el día de
su entierro.
[3a. La escuela histórica del Derecho] Una escuela que legitima la
vileza de hoy con la vileza de ayer, una escuela que declara insurrección
cualquier grito del siervo contra el látigo, con tal de que el látigo sea un
látigo antiguo, tradicional, histórico; una escuela a quien la historia sólo
muestra su a posteriori [su trasero], como el Dios de Israel a su siervo
Moisés, la escuela histórica del Derecho, habría inventado la historia alemana,
si ella misma no fuera un invento de la sociedad alemana. A cada libra de carne
cortada del corazón del pueblo, un Shylock, pero un Shylock sirviente, jura por
su certificado, por su certificado histórico, por su certificado
cristiano-germánico, que la historia alemana es así.
[3b. Los románticos] En cambio, una serie de benditos y exaltados,
teutómanos de sangre y liberales de frase, buscan la historia de nuestra
libertad más allá de nuestra historia en los primitivos bosques teutónicos. ¿En
qué se diferencia entonces la historia de nuestra libertad de la historia de la
libertad del jabalí, si hay que ir a buscarla a la selva teutónica? Y luego ya
lo dice el refrán: el bosque devuelve lo que se le grita. O sea que ¡paz a las
selvas teutónicas!
[3c. La crítica] ¡Guerra al estado de cosas en Alemania! Claro que se
halla por debajo del nivel de la historia y de toda crítica; pero no por eso
deja de ser objeto de la crítica, lo mismo que el criminal, por más que esté
por debajo de toda humanidad, sigue siendo objeto del verdugo. La crítica que
lucha contra el estado de cosas alemán, no es una pasión de la cabeza sino la
cabeza de la pasión. No es un bisturí sino un arma. Su objeto es su enemigo, a
quien no quiere refutar sino aniquilar. Y es que el espíritu de esta situación
se halla ya refutado. Ni de suyo ni considerándola en toda su realidad merece
ser tenida en cuenta; su existencia es tan despreciable como despreciada. Para
entenderse a sí misma, la crítica no necesita de por sí entenderse con este
objeto, pues se halla lista con él. Tampoco se tiene ya por fin de sí misma
sino sólo por un medio. Su pathos esencial es la indignación, su trabajo
central la denunciación.
Se trata de describir la sorda presión mutua de todos los ámbitos
sociales entre sí, un descontento general y pasivo, un embotamiento a la vez
consciente y equivocado sobre sí mismo, enmarcado en un sistema de gobierno que
vive de la conservación de todas las infamias y no es sino la infamia en el
poder.
¡Qué espectáculo! [Por una parte] la sociedad se divide indefinidamente
en las razas más diversas, que se enfrentan con sus pequeñas antipatías, malas
conciencias y brutal mediocridad, y precisamente por esta mutua posición de
ambigüedad y recelo son tratadas sin excepción por sus señores como si éstos
les hubiesen concedido la existencia. E incluso esto, el que se hallen
dominadas, regidas, poseídas, tienen que reconocerlo y proclamarlo ¡como una
concesión del cielo! Por otra parte, están esos mismos déspotas, cuya grandeza
se halla en relación inversa a su número.
La crítica se ocupa de este contenido luchando con él cuerpo a cuerpo, y
en el cuerpo a cuerpo no se trata de si el adversario es noble, si está a mi
altura o es interesante. De lo que se trata es de darle. De lo que se trata es
de no dejarles a los alemanes ni un momento de resig-nación o de ilusión ante
sí mismos. La opresión real hay que hacerla aún más pesada, añadiéndole la
conciencia de esa opresión; la ignominia más ignominiosa, publicándola. Todos y
cada uno de los ámbitos de la sociedad alemana hay que describirlos como la
partie honteuse de esa sociedad. Hay que hacerles bailar a esas circunstancias
petrificadas cantándoles su propia melodía. Hay que enseñarle al pueblo a
espantarse de sí mismo, para que cobre coraje. De este modo se cumple una
apetencia insoslayable del pueblo alemán; y las apetencias de los pueblos son
por sí mismas las últimas razones de su satisfacción.
E incluso a los pueblos modernos tiene que interesarles esta lucha contra
la estúpida rea-lidad del statu quo alemán, ya que éste es la culminación sin
tapujos del ancien régime, como el ancien régime es el defecto oculto del
Estado moderno. La lucha contra el presente político alemán es la lucha de los
pueblos modernos contra su pasado; y las reminiscencias de este pasado siguen
pesando sobre ellos. Es instructivo que vuelvan a ver al ancien régime, que
vivió en ellos su tragedia, representando ahora su comedia como espectro
alemán. Trágica fue la historia del ancien régime, mientras era el poder
establecido de este mundo y la libertad, en cambio, una ocurrencia individual;
en una palabra, mientras creía -y tenía que creer- en su legitimidad. Mientras
el ancien régime luchaba como orden del mundo establecido contra otro mundo que
sólo empezaba, se basaba en un error de dimensiones históricas, no en un error
personal. Su hundimiento fue, pues, trágico.
En cambio, el actual régimen de Alemania -un anacronismo, una
contradicción flagrante con axiomas universalmente aceptados, la nulidad del
ancien régime expuesta en público- no hace más que imaginarse que cree en sí
mismo y exige del mundo la misma fantasía. Si creyera en su propio ser, ¿es que
iba a esconderlo bajo la apariencia de un ser ajeno buscando refugio en la
hipocresía y el sofisma? El moderno ancien régime ya no es más que el
comediante de un orden universal cuyos verdaderos héroes han muerto. La
historia es concienzuda y atraviesa muchas fases, mientras conduce al
cementerio a una vieja figura. La última fase de una formación a nivel de
historia universal es su comedia. Los dioses de Grecia ya habían sido
trágicamente heridos de muerte en el Prometeo encadenado de Esquilo; pero
tuvieron que volver a morir cómicamente en los Diálogos de Luciano. ¿Por qué va
la historia a ese paso? Para que la Humanidad pueda separarse riendo de su pasado.
[Los críticos] vindicamos que los poderes políticos en Alemania son
históricamente así de risibles.
Por otra parte, en cuanto la crítica afecta a la moderna realidad
político-social y se alza a problemas verdaderamente humanos, se sitúa fuera
del statu quo alemán; de otro modo, abordaría su objeto por debajo de él. Un
ejemplo: la relación de la industria, y en general del mundo de la riqueza, con
el mundo político, es un problema clave de los tiempos modernos. ¿Cómo está
empezando a preocupar este problema a los alemanes? En la forma de aranceles
proteccionistas, de sistema de comiso, de economía nacional. La teutomanía se
ha corrido de los hombres a la materia, de modo que un buen día nuestros
barones del algodón y héroes del hierro se encontraron convertidos en
patriotas. Es decir, que en Alemania se comienza a reconocer la soberanía del
monopolio sobre el país reconociéndola hacia fuera; en Alemania se está
empezando por donde se está terminando en Francia e Inglaterra. El viejo,
podrido estado de cosas contra el que estos países se hallan sublevados por
principio y que soportan sólo como se aguantan unas cadenas, es saludado en
Alemania como la aurora de un futuro esplendoroso, si bien ésta apenas se
atreve aún a pasar de la astuta teoría [listige Theorie: juego de palabras con
el nombre del padre del proteccionismo alemán, Friedrich List] a la más
implacable de las praxis. Mientras que en Francia y en Inglaterra el problema
se formula como Economía política o dominio de la sociedad sobre la riqueza, en
Alemania se formula: economía nacional o dominio de la propiedad privada sobre
la nacionalidad. De lo que por tanto se trata en Francia e Inglaterra es de
superar un monopolio que ha llegado hasta sus últimas consecuencias. De lo que
se trata en Alemania es de que el monopolio llegue hasta sus últimas
consecuencias. Allí se trata de la solución; aquí se trata aún de la colisión.
El ejemplo basta por sí solo para mostrar la versión alemana de los problemas
modernos: nuestra historia, como un recluta bisoño, no ha tenido hasta ahora
otra tarea que la de repetir historias triviales a ritmo de castigo.
[4. LA CONCIENCIA ALEMANA]
Si el conjunto de la evolución alemana no estuviese por encima de su evolución
política, un alemán podría tomar en los problemas del presente a lo sumo la
parte que puede tomar un ruso. Pero además, el que un individuo particular no
se deje encerrar en los límites de su nación, no le libera a ésta lo más mínimo
en su conjunto. El hecho de que Grecia tuviese un escita entre sus filósofos no
les acercó a los escitas un solo paso a la cultura griega.
Afortunadamente los alemanes no somos escitas.
[4a. La filosofía] Así como los pueblos antiguos vivieron su prehistoria
en la imaginación, en la mitología, los alemanes hemos vivido nuestra
posthistoria en el pensamiento, en la filosofía. Somos contemporáneos del
presente en la filosofía sin serlo en la historia. La filosofía alemana
prolonga en la idea la historia alemana. Cuando nosotros, por tanto, en vez de
criticar las oeuvres incomplètes de nuestra historia real, criticamos las
oeuvres posthumes de nuestra historia ideal, la filosofía, nuestra crítica se
encuentra en el centro de esas preguntas sobre las que nuestro presente se
dice: That is the question. Lo que entre los pueblos avanzados es ruptura
práctica con la moderna situación del Estado, es en Alemania -donde esta
situación ni siquiera existe- por de pronto ruptura crítica con el reflejo
filosófico de esta situación.
La filosofía alemana del Derecho y del Estado es la única historia
alemana que se halla a la par con el presente moderno oficial. Por lo tanto, el
pueblo alemán tiene que contar esta historia suya hecha de sueños entre los
elementos que componen su situación actual; y no sólo esta situación actual
sino también su prolongación en la abstracción deben ser sometidos a crítica.
El futuro del pueblo alemán no se puede limitar ni a la negación inmediata de
su real situación política y jurídica ni a su inmediata realización, como las
tiene en la idea. Y es que la negación inmediata de su situación real se halla
ya presente en su situación ideal, y la realización inmediata de ésta se halla
a su vez prácticamente superada en la opinión de los pueblos vecinos.
[4b. Los "verdaderos socialistas" y la filosofía] De ahí que
el partido político práctico exija con razón en Alemania la negación de la
filosofía. Su error no consiste en ese programa sino en no pasar de él, pues ni
lo cumple en serio ni lo puede cumplir. Cree realizar esta negación volviendo
la espalda a la filosofía y mascullando sin dignarse mirarla algunas frases
malhumoradas y banales sobre ella. Su horizonte es tan estrecho que o no
incluye a la filosofía en el ámbito de la realidad alemana o le toma por inferior
incluso a la praxis alemana y a las teorías a su servicio. Exigís que el punto
de partida sean los gérmenes de vida con que cuenta en la reali-dad el pueblo
alemán; pero olvidáis que su verdadero germen donde ha proliferado hasta ahora
es sólo en su sesera. En una palabra: no podéis superar la filosofía sin
realizarla.
[4c. La izquierda hegeliana y la filosofía] El mismo error -sólo que de
signo opuesto- es el que ha cometido el partido teórico, que procede de la
filosofía.
Para él, la lucha consiste exclusivamente en la lucha crítica de la
filosofía con el mundo alemán, sin pensar en que la misma filosofía siempre ha
pertenecido a este mundo y es su complemento, por más que en la idea. Crítico
frente a su adversario, no ha sido en cambio autocrítico. Sus presupuestos han
sido los de la filosofía, en cuyos resultados establecidos se ha quedado sin
pasar de ahí, cuando no ha hecho pasar por exigencias y resultados inmediatos
de la filosofía lo que sabía por otro lado; y esto, aunque las exigencias y
resultados -en el supuesto de que fuesen verdaderos- requerían por el contrario
la negación de la filosofía precedente, de la filosofía como filosofía. En otra
ocasión describiremos detalladamente este partido. Su error fundamental puede
resumirse así: creer que se puede realizar la filosofía sin superarla.
[4d. La crítica de la "Filosofía del Derecho"] La crítica de
la filosofía alemana del Estado y del Derecho, filosofía que ha alcanzado en
Hegel su versión más consecuente, rica y definitiva, es ambas cosas: por una
parte es análisis crítico del Estado moderno junto con la realidad que éste
comporta; por la otra, es además la negación decidida de todo el tipo anterior
de conciencia política y jurídica en Alemania, cuya expresión más distinguida y
universal, elevada a Ciencia, es precisamente la filosofía especulativa del
Derecho. Sólo en Alemania ha sido posible la filosofía especulativa del
Derecho, este pensamiento abstracto y exaltado acerca del Estado moderno, cuya
realidad se queda en un más allá, aun si este más allá sólo es un más allá del
Rin. Pero también a la inversa: la concepción alemana del Estado moderno,
abstrayendo del hombre real, sólo ha sido posible porque y en cuanto el mismo
Estado moderno hace abstracción del hombre real o no satisface al hombre entero
más que imaginariamente. Los alemanes han pensado en la política lo que los
otros pueblos han hecho. Alemania era su conciencia teórica. La abstracción y
arrogancia de su pensamiento fue siempre a la par con la parcialidad y
raquitismo de su realidad. Lo mismo que el statu quo del Estado alemán expresa
la culminación del ancien régime, la culminación del aguijón en la carne del
Estado moderno, el statu quo del saber político alemán expresa la inmadurez del
Estado moderno, su misma carne está podrida.
[5. LA PRAXIS]
Ya en cuanto decidido adversario de la tradicional conciencia política
alemana, la crítica de la filosofía especulativa del Derecho desemboca no en sí
misma, sino en tareas que sólo hay un medio de solucionar: la praxis.
La pregunta es: ¿puede llegar Alemania a una praxis à la hauteur des
principes, es decir, a una revolución que no sólo le ponga al nivel oficial de
los pueblos modernos sino a la altura humana que constituirá el futuro
inmediato de los pueblos?
Cierto, el arma de la crítica no puede sustituir la crítica por las
armas; la violencia material no puede ser derrocada sino con violencia
material. Pero también la teoría se convierte en violencia material una vez que
prende en las masas. La teoría es capaz de prender en las masas, en cuanto
demuestra ad hominem, y demuestra ad hominem en cuanto se radicaliza. Ser
radical es tomar la cosa de raíz. Y para el hombre la raíz es el hombre mismo.
La prueba evidente del radicalismo de la teoría alemana, o sea, de su energía
práctica, es que parte de la decidida superación positiva de la religión. La
crítica de la religión desemboca en la doctrina de que el hombre es el ser
supremo para el hombre y por tanto en el imperativo categórico de acabar con
todas las situaciones que hacen del hombre un ser envilecido, esclavizado,
abandonado, despreciable. Nada mejor para describirlas que la exclamación de
aquel francés ante el proyecto de un impuesto sobre los perros: "¡Pobres
perros! ¡Os quieren tratar como a hombres!".
Incluso históricamente la emancipación teórica tiene para Alemania un
significado específicamente práctico, y es que el pasado revolucionario de
Alemania es teórico, la
Reforma. Entonces fue el monje [Lutero], hoy es el filósofo,
en cuya cabeza comienza la revolución.
Ciertamente Lutero venció la esclavitud por devoción; pero poniendo en
su lugar la esclavitud por convicción. Si quebró la fe en la autoridad, fue
porque restauró la autoridad de la fe. Si transformó a los curas en laicos, fue
porque transformó a los laicos en curas. Si liberó al hombre de la religiosidad
exterior, fue haciendo de la religiosidad el hombre interior. Si liberó el
cuerpo de sus cadenas, fue porque encadenaba el corazón.
Pero, aunque el protestantismo no fuera la verdadera solución, al menos
fue el verdadero planteamiento del problema. Ya no se trataba de la lucha del
laico contra el cura exterior sino contra su propio cura interior, contra su
naturaleza clerical. La transformación protestante de los laicos alemanes en
curas emancipó a los papas profanos, es decir, los monarcas, junto con su
clerecía de privilegiados y filisteos; la transformación filosófica de los
alemanes clericales en hombres emancipará al pueblo. Y la emancipación se
detendrá tan poco en los monarcas, como la secularización de los bienes en el
despojo de la Iglesia,
tan practicado sobre todo por la hipócrita Prusia. El hecho más radical de la
historia alemana, la guerra de los campesinos, se estrelló en su tiempo con la
teología. Hoy, cuando la misma teología ha fracasado, el hecho más servil de la
historia alemana, nuestro statu quo, se estrellará contra la filosofía. En
vísperas de la Reforma,
la Alemania
oficial era el siervo más incondicional de Roma. En vísperas de su revo-lución,
es hoy el siervo absoluto de menos que Roma: de Prusia y Austria, de
aristócratas de aldea y filisteos.
[6. EL
PROLETARIADO]
Por lo demás, una dificultad fundamental parece oponerse en Alemania a
una revolución radical.
En efecto, las revoluciones necesitan un elemento pasivo, una base
material. Un pueblo sólo pondrá por obra la teoría en cuanto ésta represente la
realización de sus necesidades. A la enorme discrepancia entre las exigencias
del pensamiento alemán y las respuestas de la realidad alemana ¿le
corresponderá la misma discrepancia de la sociedad burguesa [civil] dentro de
sí y con el Estado? ¿Se convertirán directamente en necesidades prácticas las
necesidades en teoría? No basta con que el pensamiento apremie su realización;
la realidad misma tiene que requerir el pensamiento.
Sólo que Alemania no ha subido a la vez con los pueblos modernos los
escalones intermedios de la emancipación política. Ni siquiera los escalones
que ha superado teóricamente, los ha alcanzado en la práctica. ¿Cómo va a
superar con un salto mortal no sólo sus propias barreras sino a la vez las de
los pueblos vecinos? ¡Ya estas últimas tiene que sentirlas y desearlas en la
realidad como una liberación de los propios límites reales! Una revolución
radical sólo puede ser la revolución de necesidades radicales, cuyos presupuestos
y fundamentos son precisamente lo que parece faltar.
Ahora bien, Alemania ha acompañado el desarrollo de los pueblos modernos
sólo en la abstracta actividad del pensamiento, sin tomar partido de obra en
las luchas reales de este proceso. Por otra parte, ha compartido los
sufrimientos de este proceso sin disfrutar de él y sus parciales
satisfacciones. La actividad abstracta tiene por contrapartida el sufrimiento
abstracto. Por tanto, Alemania se encontrará un día al nivel de la decadencia
europea sin haber alcanzado nunca el de la emancipación europea. Será como un
idólatra al que están matando las enfermedades del cristianismo.
Fijémonos por de pronto en los regímenes alemanes y los veremos
empujados por la constelación epocal, la situación de Alemania, el punto de
vista de la cultura alemana y, en fin, por el propio y afortunado instinto que
combina los defectos civilizados del moderno mundo político -cuyas ventajas no
disfrutamos- con los defectos bárbaros del ancien régime, que disfrutamos a dos
carrillos. De modo que Alemania tiene que participar más y más si no de la
razón, sí al menos de la sinrazón de regímenes que incluso se hallan por encima
de su statu quo. ¿Es que hay, por ejemplo, un país del mundo que comparta tan
ingenuamente todas las ilusiones del régimen constitucional sin participar de
sus realidades, como esta Alemania que llaman constitucional? ¿O es que no ha
sido precisa la ocurrencia de un gobierno alemán para combinar los suplicios de
la censura con los de las [restrictivas] leyes francesas [de prensa] de
septiembre [de 1835], cuyo presupuesto es la libertad de prensa? Lo mismo que
en el Panteón romano se encontraban los dioses de todas las naciones, en el
Sacro Imperio Romano-Germánico se encontrarán los pecados de todas las formas
de Estado.
Este eclecticismo se halla a punto de alcanzar unas dimensiones hasta
ahora insospechadas. Así lo garantiza especialmente el sibaritismo
estético-político de un rey alemán [Federico Guillermo IV], que tiene la
intención de representar todos los papeles de la monarquía -sea feudal o
burocrática, absoluta o constitucional, autocrática o democrática- si no en la
persona del pueblo, sí en cambio en su propia persona; si no para el pueblo, sí
al menos para sí mismo. Alemania, como el defecto que aqueja la política
contemporánea, constituida en un mundo propio, no podrá romper las barreras
específicamente alemanas sin romper la barrera del presente político.
La revolución radical no es un sueño utópico para Alemania. Tampoco lo
es la emancipación humana en general. Sí lo es en cambio una revolución
parcial, meramente política, revo-lución que deja intactos los pilares de la
casa. ¿En qué se basa una revolución parcial, meramente política? En que una
parte de la sociedad burguesa se emancipa y accede al dominio general; en que
una clase precisa emprende, basándose en su situación especial, la emancipación
general de la sociedad. Esta clase libera toda la sociedad, pero sólo bajo el
presupuesto de que la sociedad entera se encuentre en la situación de esta clase,
o sea, por ejemplo, que disfrute de bienes de fortuna y de cultura o los pueda
adquirir sin dificultad.
No hay clase en la sociedad burguesa que pueda desempeñar este papel sin
despertar por un momento el entusiasmo propio y de la masa. En ese momento fraterniza
y coincide con la sociedad en general, se confunde con ella y es sentida y
reconocida como su representante gene-ral. En ese momento sus reivindicaciones
y derechos son verdaderamente los derechos y reivindicaciones de la sociedad
misma, cuya cabeza y corazón es realmente. Sólo en nombre de los derechos
generales de la sociedad puede reclamar una clase específica para sí el poder
general. Para conquistar esta posición emancipadora y con ella la explotación
política de todos los ámbitos de la sociedad en provecho del suyo propio, no
basta con poseer energía revolucionaria y estar convencido del propio valer.
Para que la revolución de un pueblo coincida con la emancipación de una clase
específica de la sociedad burguesa, para que un estamento sea tenido por el
estamento de toda la sociedad, todos los defectos de ésta tienen que hallarse
concentrados en cambio en otra clase, un estamento preciso tiene que atraerse
la repulsa general, ser la limitación general en forma palpable; un ámbito
social específico tiene que valer como el crimen notorio de toda la sociedad,
de modo que la liberación de esta esfera se presente como la liberación general
de todos por sí mismos. Para que un estamento sea el estamento de la liberación
par excellence, otro estamento tiene que ser a la inversa el estamento de la
opresión manifiesta. La negativa significación general de la nobleza y el clero
franceses condicionó la positiva significación general de la clase que se
hallaba en su vecindad y oposición más directas: la burguesía.
En cambio, en Alemania ninguna clase tiene la consecuencia, el rigor, la
valentía, la falta de consideraciones que harían de ella el representante
negativo de la sociedad. Del mismo modo, a todos los estamentos les falta esa
generosidad de espíritu capaz de identificarse, aunque sea por un momento, con
el alma del pueblo; esa genialidad que transfigura la fuerza material en poder
político; esa intrepidez revolucionaria que arroja al adversario la desafiante
consigna: "no soy nada y debería serlo todo". Por el contrario, el
núcleo de la moral y la honorabilidad alemanas -y no sólo en los individuos,
sino también en las clases- lo constituye ese egoísmo morigerado que hace valer
la cortedad de su horizonte y acepta que otros la hagan valer contra él mismo.
De ahí que la relación entre los diversos ámbitos de la sociedad alemana no sea
dramática sino épica. Cada uno de ellos comienza a tenerse en algo y a ocupar
con pretensiones específicas un puesto junto a los otros, no en cuanto es
oprimido, sino en cuanto sin su intervención las circunstancias históricas
crean una base social sobre la que él pueda a su vez presionar. Hasta la
dignidad moral de la clase media alemana se basa meramente en la conciencia de
ser la representante general de la mediocridad filistea de todas las otras
clases. Por tanto, no son sólo los reyes alemanes los que llegan al trono
mal-à-propos, sino cada ámbito de la sociedad burguesa, quien sufre su de-rrota
antes de haber podido cantar victoria, quien desarrolla su propia limitación antes
de haber superado la barrera que les cerraba el paso, quien hace valer su
mezquindad antes de poder mostrar su magnanimidad; de tal modo que hasta la
ocasión de desempeñar un gran papel pasa siempre antes de haberse presentado,
que cualquier clase en cuanto comienza la lucha con la que está encima de ella,
se enreda en la lucha con la que está por debajo. No es sino lógico que el
príncipe se encuentre en lucha con el rey, el burócrata contra la nobleza, el
burgués contra todos ellos, mientras que el proletariado comienza ya a hallarse
en lucha con el burgués. La clase media apenas se atreve a concebir el
pensamiento de la emancipación desde el punto de vista propio, cuando el
desarrollo de la situación social y el progreso de la teoría política ya están
convirtiendo ese punto de vista en anticuado o por lo menos problemático.
En Francia basta con que alguien sea algo, para que quiera serlo todo.
En Alemania nadie puede ser nada, si no quiere tener que renunciar a todo. En
Francia, la emancipación parcial es el fundamento de la emancipación universal.
En Alemania, la emancipación universal es conditio sine qua non de toda
emancipación parcial. En Francia, es la realidad de una emancipación
progresiva, en Alemania su imposibilidad, de donde tiene que nacer la libertad.
En Francia cada una de las clases del pueblo es políticamente idealista. Y [es
que] no se considera por de pronto una clase especial, sino representante de
todas las necesidades sociales. Por eso, el papel de emancipador pasa con
dramático movimiento, una tras otra, por las diversas clases del pueblo
francés, hasta terminar en la clase que ya no realice la libertad social bajo
el presupuesto de determinadas condiciones extrínsecas al hombre, si bien
creadas por la sociedad humana; esa clase última organiza, por el contrario,
todas las condiciones de la existencia humana bajo el presupuesto de la
libertad social. En cambio, en Alemania, donde la vida práctica es tan poco
inteligente como la inteligencia poco práctica, ninguna clase de la sociedad
burguesa siente la necesidad ni tiene la capacidad de emanciparse por completo,
mientras no le obliguen a ello su situación inmediata, la necesidad material,
sus mismas cadenas.
¿Dónde reside, pues, la posibilidad positiva de la emancipación alemana?
Respuesta: en la constitución de una clase sin cadenas radicales, de una
clase de la sociedad burguesa que no es una clase de la sociedad burguesa, de
un estamento que es la di-solución de todos los estamentos, de un sector al que
su sufrimiento universal le confiere carácter universal; que no reclama un
derecho especial, ya que no es una injusticia especial la que padece, sino la
injusticia a secas; que ya no puede invocar ningún título histórico sino su
título humano; que, en vez de oponerse parcialmente a las consecuencias, se
halla en completa oposición con todos los presupuestos del Estado alemán. Es un
ámbito, por último, que no puede emanciparse sin emanciparse de todos los otros
ámbitos de la sociedad, emancipando así a todos ellos. En una palabra, es la
pérdida total del hombre y por tanto, sólo recuperándolo totalmente ha de
ganarse a sí mismo. Esta disolución de la sociedad, en la forma de un estamento
especial, es el proletariado.
El proletariado no comienza a formarse en Alemania hasta que sobreviene
el proceso de industrialización. En efecto, aunque también la pobreza
espontánea y la servidumbre cristiano-germánica van incorporándose poco a poco
a las filas del proletariado, éste no procede de la pobreza espontánea, sino de
la creada artificialmente; no es una masa humana oprimida mecánicamente por el
peso de la sociedad, sino la masa que procede de la desintegración de la
sociedad, especialmente de la clase media.
Cuando el proletariado proclama la disolución del orden actual del
mundo, no hace más que pronunciar el secreto de su propia existencia, ya que él
es la disolución de hecho de este orden del mundo. Cuando el proletariado exige
la negación de la propiedad privada, no hace más que elevar a principio de la
sociedad lo que la sociedad ha elevado ya a principio del proletaria-do y se
halla realizado en él sin intervención propia como resultado negativo de la
sociedad. De modo que el proletariado disfruta del mismo derecho sobre el mundo
nuevo que tiene el rey alemán sobre el mundo constituido, cuando llama al
pueblo su pueblo, lo mismo que llama suyo a un caballo. Al declarar que el
pueblo es su propiedad privada, el rey está diciendo simplemente que el
propietario privado es rey.
Lo mismo que la filosofía encuentra en el proletariado sus armas materiales,
el proletariado encuentra en la filosofía sus armas intelectuales. Bastará con
que el rayo del pensamiento prenda en este ingenuo suelo popular, para que los
alemanes, convertidos en hombres, realicen su emancipación.
En conclusión:
La única liberación de Alemania que es prácticamente posible, se basa en
el punto de vista de la teoría que proclama al hombre el ser supremo para el
hombre. En Alemania, la emancipación de la Edad Media sólo es
posible como emancipación simultánea de las superaciones parciales de la Edad Media. En
Alemania no se puede acabar con ninguna clase de esclavitud, sin acabar con
todas las clases de esclavitud. La concienzuda Alemania no puede hacer la
revolución sin hacerla desde el mismo fundamento. La emancipación del alemán es
la emancipación del hombre. La cabeza de esta emancipación es la filosofía, su
corazón el proletariado. La filosofía no se puede realizar sin suprimir el
proletariado; el proletariado no se puede suprimir sin realizar la filosofía.
Una vez que se hayan cumplido todas las condiciones internas, el canto
del gallo francés anunciará el día de la resurrección alemana.